Hace unas semanas, no recuerdo cuantas, la influencer Maria Pombo soltó una pequeña bomba en sus redes. No recuerdo las palabras exactas pero venía a decir que no entendía porque estaba tan mal visto no leer. Que ella no leía y no se consideraba para nada tonta. A la vista está, añado yo. Que no le gustaba ese aire de superioridad que se da la gente que lee por el simple hecho de leer. Como si simplemente eso les hiciera mejores personas, más listas, más capaces, preparadas, hasta guapas. Y ella no lo ve así.
Empezaré diciendo que yo leo. Ni de lejos lo que leía cuando era más joven. Ahí podía leer varios libros a la semana sin ningún tipo de problema. Leía más, tenía más comprensión lectora y lo disfrutaba más. Será la edad y las complicaciones que la vida nos va dando que he perdido totalmente ese hábito. Y me gusta leer. Hago esfuerzos por recuperarlo pero no llego a leer más de 15-20 minutos en la cama antes de dormirme. Como está tan de moda decir: no me da la vida.
Una vez dicho eso, no me considero en absoluto superior a nadie que no lea nada ni inferior a la gente que lee varios libros a la vez o varios libros por semana. Si que siento un poco de envidia porque me gustaría leer más, pero no considero que eso me defina ni a mi ni a esa persona.
Te comento esto porque hace un tiempo que noto que los “runners”, la gente que corre habitualmente, suele mirarnos también con cierto aire de superioridad a los que no corremos. En general los deportistas, pero en particular los corredores. Toda esa gente que se levanta a las 6:00 de la mañana para hacer unos kilómetros, o que se calza unas zapatillas de nosecuantos euros para dar unas zancadas por el monte. Como les gusta colgarlo en redes, compartirlo en los grupos de guasap de sus amigos que no corren. Qué superiores se sienten, como les gusta demostrar de lo que son capaces y recordarte que tú estás tirado en el sofá o la cama. Y yo me alegro de lo felices que son, pero por favor, no me hagais sentir mal. No me insistais con el yo puedo, inténtalo, te acabará gustando…
No, no me gustará nunca. Lo he intentado muchas veces. El gimnasio, yoga, pilates, correr, halterofilia… y no, no hay manera de que me guste. Como mucho lo hago un tiempo por obligación pero nunca he sentido ese gustirrinín.
Yo te puedo contar lo feliz que soy haciendo fotos, como disfruto borrando una mancha que ha aparecido en por culpa de una mota de polvo en la lente. Pero no te voy a motivar a que te pongas a ello ni te voy a mirar por encima del hombro porque no lo hagas.
No sé, seguramente sea por mi incapacidad que me sienta mal pero oye, que sé feliz corriendo pero no me lo restriegues por las narices.
Y eso es todo por hoy. Nos leemos, como “casi” siempre, en 7 días.

