Cuenca, ciudad de las casas colgadas, que yo durante mucho tiempo llame colgantes, y ejemplo de ciudad castellanomanchega. Ciudad a la que quise ir tras ver la película Todo es Mentira, peli de 1994 y fiel ejemplo de lo que era ese cine de comedia de los 90. Ligero pero con alguna ínfula de transgresor.
Coque Malla, Penélope Cruz, Cristina Rosenvinge, Ariadna Gil, Jordi Molla… reparto espectacular para la época y grandes nombre que hoy son historia de nuestro cine e incluso del cine internacional.
La historia es sencilla. Una pareja que se conoce, en principio incompatibles pero que se enamoran profundamente. Ella necesita silencio por la mañana y el es pura vitalidad. Ella es alegre y social, el un pequeño grinch. Así todo. Hay escenas magistrales, como una discusión en la cocina o ese despertar tan diferente entre ambos.
La cuestión es que él, como buen quejica, cada vez que se enfada dice que se va a ir a Cuenca y a mi eso me marcó. Quería ver Cuenca, sin razón alguna. Y lo intenté varias veces, pero siempre se torcía la cosa por una u otra razón. Es más, allá por esos años donde mi intención suprema era ir a cuenca, llegue a ver el cartel de la foto que ilustra esta entrada.
No te equivocas, es el cartel de entrada a Cuenca. En aquella ocasión no accedí a la ciudad por donde he accedido esta vez, supongo que porque venía de Madrid, pero la cuestión es que lo único que vi fue ese cartel y esas casas. Lo recuerdo perféctamente.
Era el plan definitivo. Iba con una amiga y su madre a Madrid, a ellas las recogían para una boda a la que asistían en Cuenca y yo me quedaba allí pasando la tarde/noche disfrutando de Madrid. A la mañana siguiente, habiendo sido ellas la avanzadilla, iba a Cuenca, dábamos un paseo para conocer la ciudad, comer y de vuelta a Málaga. Esta vez ya no podía estropearse nada.
Ja.
La primera parte perfecta. Hasta Madrid, recogidas, paseo por la ciudad y a la mañana siguiente voy a cuenca. Todo marchaba bien. Hasta esa llamada. La llamada en la que mi amiga me decía que su madre estaba fatal, que algo que había comido estaba mal, que ella tampoco se encontraba muy bien y que estaban deseando volver a Málaga, sin paseo ni nada.
Uno, ante esa situación, no tiene más remedio que ceder y ellas me esperaron justo al lado de ese cartel, en un pequeño aparcamiento donde podía parar a recogerlas y dar media vuelta. Eso es lo que hice. Llegué, las vi a ellas con caras de “a ver si no vamos a estropear esa tapicería con nuestros vómitos” y vi el cartel y esas pocas casas que yo pensé que eran las colgantes, ahora sé que no. La recogí, metimos las maletas, giré el coche y eché un último vistazo a Cuenca, lo más cerca que había logrado estar desde que vi la película.
Eso fue a principios de los 2.000, hace más de 20 años, la película del 94 así que casi se podría decir que he tardado 30 años en lograr mi sueño de pisar Cuenca. Y te aseguro que por poco.
Durante el camino nos llovió, casi nos granizó (de hecho había placas enormes de granizo en la carretera), nos atrapó la niebla… Bromeábamos medio en serio con la posibilidad de que los dioses estuvieran lanzando todas sus fuerzas contra mi coche para impedirme llegar, pero al final lo conseguí.
¿Qué tal Cuenca? Es lo de menos. Lo importante era llegar, y llegué.