En el podcast te conté algunas teorías y algo de lo que hice durante el Apagón, más o menos como lo viví. La sensación final con la que me quedo es principalmente que somos muy vulnerables como sociedad y que, si nos dejan, tampoco se está tan mal sin móviles, internet, tele, consolas…
No sé si has visto por ahí esos videos que rulan de gente en las calles jugando. Unos a las cartas, señoras y señores en las puertas de las casas con las sillitas charlando a la fresca (eso en mi calle era habitual hasta hace no mucho tiempo), niños con las pelotas, padres hablando y controlando. Ni tan mal la estampa.
Por un lado puede parecer de país menos desarrollado, de hecho no sé cuantos de estos videos serán realmente de España durante el apagón, pero si que yo vi cosas de ese estilo. Se escuchaba gente charlando en mi calle. No gritos, no ruido ni coches: charlas. Gente comentando como se iban a duchar, cocinar, prestándose cosas que necesitaban… Todo un ejemplo de vecindario y buenas costumbres durante algo tan extraordinario como un gran apagón.
Que claro que es necesaria la electricidad para tener una nevera bien repleta, una ducha caliente, luz para los trabajos… o no. Que durante siglos no había y oye, se hacían cosas. Otras, claro. Las sociedades nos adaptamos pero igual deberíamos desadaptarnos un poco a esto.
Yo, más allá de las bromas y el trauma en el trabajo, una vez superado el monumental atasco para llegar a casa, estuve con una amiga una buena parte de la tarde. Con una cocacola y un vaso de agua, charlando un poco de esto y un poco de lo otro. Se vino a casa porque su coche andaba justo de gasolina y no se fiaba de intentar llegar a casa con el tráfico como estaba. Pasadas unas horas, la acerqué a recoger el coche y ya cada mochuelo en su olivo.
Yo dormité un poco escuchando algún podcast y luego, aprovechando que todavía había luz, rematé la estantería de IKEA que me hace de decorado en el podcast. Me faltaban un par de complementos por montar e instalar así que algunas manualidades hice. Poco después se fue la luz natural, fui llenando la casa de velas y cené una lata de atún con un poco de queso fresco que, total se iba a estropear con la nevera apagada, y unos piquitos de pan. Nada especial pero suficiente.
Nada de forjado a fuego, ver una peli o serie, ponerme a perder el tiempo en internet… tiré de Kindle, mi viejo y querido Kindle. Hacía tiempo que no leía tanto durante tanto tiempo. Además disfrutando. Sin ruido, sin distracciones… Los Ebooks tienen esa ventaja de durar semanas sin ningún problema con la batería, así que fue la solución perfecta. Si no, ya hubiera tirado de libros en papel.
Y así dio la hora de acostarme y eso hice, tan tranquilo.
A las 2:43 de la madrugada volvió la luz y como mi casa está llena de luces inteligente, fue volver y toda la casa se convirtió en un festival de luces encendidas y aparatos saludando. No, no caí en bajar los diferenciales para evitar una posible sobretensión. Por suerte, no pasó nada y todo funciona con normalidad.
Y este fue mi tiempo de apagón. Tranquilidad, charla, trabajos manuales, lecturas… nada que me dejará tiempo a aburrirme. Y ver, como vi, que la gente también era capaz de hacer otras cosas. Antes lo hacíamos.
Lo de vivir en una cueva, o en un lugar apartado sin mucha comunicación, cuando me jubile, va tomando cada vez más forma.
Espero como siempre que me cuente qué tal lo viviste tu y nos leemos la semana que viene.