El Comité – El Muro

Domingo,  13 de Agosto de 1961

No puedo soportar estar en la misma habitación de Heidi ahora mismo. Ahí está en la cama, en ese duermevela en que lleva sumida todo el día. Hemos ido a la enfermería del cuartel esta mañana y me ha dado narcóticos para dormir una manada de elefantes, incluso unas cuantas dosis inyectables. Me ha dicho que en la medida de lo posible reserve estas dosis para las noches para que pueda dormir. Durante el día con guardar un par de horas entre cada toma es suficiente durante 2-3 días dado su estado de ansiedad y sus antecedentes de epilepsia. Es importante que duerma todo lo posible y que no esté nerviosa.

Desde luego yo lo prefiero. Así ha estado todo el día, dormitando. Y los momentos en los que estaba más lúcida apenas hablaba ni me miraba pero cuando me miraba era horrible, jamás le había visto esa mirada. Me mira culpándome por lo que está pasando. Por no poder ver a su hermana, por estar durmiendo por los rincones, por todo lo que está pasando en la ciudad. Me hace responsable de su mal. Le he repetido, aunque no me preguntaba, que iré a buscar a Olga mañana y la traeré sin falta aunque sea escondida en una maleta. Siento que no me cree.

Me lo dice la ausencia de su mirada. Me lo dicen esa falta de respuesta. Siento que le he fallado como jamás hubiera podido imaginar. Creo que incluso piensa que la he traicionado. Me da miedo pensar lo que pasa por su cabeza cuando las drogas le permiten pensar. Prefiero que duerma, pero esa forma de dormir tan ligera me inquieta. Prefiero venirme al despacho y escribir. Pensar en el día, en el terrible día de hoy. Desde luego Walter se equivocaba poco: es una fecha histórica aunque confieso que deseo que mi nombre no aparezca en ningún libro de historia como uno de los artífices de esto.

La reunión de esta mañana ha sido breve. Yo creo que nos queda poco. El Comité ha cumplido su misión. Hemos dibujado la linea que está separando ciudades, personas, familias, negocios, sentimientos, vidas… Poco más tenemos que aportar más allá de dejar a nuestras tropas bajo el mando del ejército, como estamos haciendo.

Walter nos ha contado que todo ha sido un éxito. La barrera se terminará en los últimos puntos antes de las 10:00 de esta mañana. No queda apenas nada. Sólo está siendo un poco más largo el tapiado de las estaciones de tren. No se ha querido recurrir a barricadas porque asegura que es un acceso vulnerable y no se quieren arriesgar a que haya incursiones desde el otro lado por ahí. Se avisó anoche a la Dirección General de Ferrocarril de la RFA para que supieran que sus trenes no podían detenerse en nuestras estaciones a partir de las 12:00 de la noche pasada. Era un simple informe que se envió apenas una hora antes de la prevista para el cierre. Se desalojó a nuestro personal y se comenzó el tapiado. Quieren que sea un muro sólido y lleva algo de tiempo, además de la vigilancia necesaria.

Nos explica hoy, esta mañana, que además se han cortado las lineas de teléfono entre las dos secciones de la ciudad. No quieren facilitar la comunicación y que se empiecen a filtrar informaciones interesadas desde aquí. Nos lo dice ya con hechos consumados. Me parece que ni él se fiaba de que nosotros no hiciéramos algo de haber sabido esto. Yo desde luego hubiera llamado sin miramientos a Olga y la hubiera traído pero cuando lo intenté ya  era imposible.

Nos explica también que de momento no hay ni un sólo punto de control establecido. Se abrirán en breve pero a día de hoy la comunicación es totalmente nula. Nadie ni nada puede pasar de un lado a otro de la ciudad. no hay manera de entrar ni de salir. Sobre todo de salir, porque como he ido comprobando durante el día todas las barreras antivehículos se han colocado de manera que impidan el paso a aquellos que quieren dejar la ciudad. Curioso, creí que se trataba de defendernos de ataques exteriores, no de impedir que nuestros ciudadanos huyeran.

De vuelta a casa he paseado por el muro, no lo he podido evitar. Necesitaba verlo a la luz del día y esa ha sido una de las primeras cosas que he notado: todo está diseñado para impedir que la gente salga. Las barreras impidiendo la salida y los soldados todos mirando hacia dentro, hacia nuestro Berlín. No miran un posible ataque, controlan que nadie quiera salir. Y hay gente que lo intenta. Igual que esta madrugada vi algunos intentos en mi excursión mañanera también he visto conciudadanos acercarse a las barricadas en sus puntos bajos, a los pasos para vehículos, a todo aquel lugar por el que se pudiera pasar. He visto como nuestros hombres les rechazaban. Con suavidad y palabras al principio pero también he visto a un soldado hundir la culata de su rifle en el vientre de un hombre que quería pasar y no parecía dispuesto a dar marcha atrás. No he visto detenciones pero algo me dice que alguna habrá. No es un muro de defensa, es de contención. Es la barrera de una cárcel y no quieren que escapemos.

Desde el otro lado la gente se acerca a mirar El Muro con curiosidad. Apenas hay soldados por allí y los que hay controlan a nuestros hombres, no a su gente. Nadie intenta pasar aunque estoy seguro que algún intento habrá habido. Al menos uno. Al menos el de Olga. Estoy totalmente convencido de que lo habrá intentando y no la han dejado pasar. Por supuesto hoy no hay pase alguno que valga. Licencia, hermandad con habitantes del otro lado… Se está librando una lucha de poder y aunque le inmensa mayoría son personas que pretenden emigrar a la zona capitalista, desde el lado occidental tampoco querrán dar ninguna opción a que nuestros expertos en propaganda saquen a alguien que ha pasado al Berlín Oriental.

Al acercarme a Bernauer he estado mirando a ver si estaba Olga. Heidi se ha incorporado en su asiento y por primera vez en todo el día ha abierto bien los ojos. También la buscaba, estoy seguro. Por suerte no la hemos visto. Sé que no hubiera podido detener a Heidi. Sé que se hubiera lanzado desde el coche en marcha a por su hermana. Sé que Olga habría hecho lo mismo. No sé que hubieran hecho los soldados, me da miedo sólo pensarlo.

El Muro, las barricadas, ya están sobre la ciudad. Nuestras lineas en un mapa ya son alambres de espino, maderas, barreras, soldados… Ya existe. Ya tentemos un primer muro en Berlín que separa una ciudad en dos. Me aterra pensarlo. He necesitado ver físicamente esa barrera para darme cuenta de su alcance.

Pienso en Lucia, en Bernard, en Olga, en David y Otto. Pienso en Erich y en mi, en como me he dejado engañar, en como no me he dado cuenta de lo que se venía encima. Me avergüenzo. Me culpo de no haber hecho más, de no haber lanzado avisos, de no haber traído a Olga a tiempo.

No todo está perdido. Antes de terminar la reunión y salir he hablado con Erich. Le he dicho que necesitaba verle y me ha dado cita para mañana a la hora de comer. Le propuse el mismo banco de la última vez y me miró con condescendencia. No, ya no podemos ir a ese parque, ni a ese banco. Ahora pertenecen a otro país aunque esté a tiro de piedra. Ya no podemos quedar ahí. Me ha propuesto vernos en Arminplatz, una plaza cercana a mi cuartel, no muy grande. Supongo que sabe lo que le voy a pedir. Necesito que vuelva Olga, saber la forma de hacerlo. Espero no necesitar tanto tiempo.

Heidi me odia. Ni con el narcótico inyectado consigue dormir más de 3-4 horas seguidas. Cuando se ha despertado le he contado lo de mi reunión con Erich y que seguramente mañana estemos cenando juntos Olga, ella y yo. Me ha mirado con cara de decepción y asco. Me ha espetado que no me cree, que esos juegos políticos son una mierda y que si de verdad fuera el hombre que ella pensaba que era Olga ya estaría allí. La hubiera traído el miércoles cuando fui a hablar con ella. O el sábado cuando me convocaron por la noche la hubiera recogido. Que como se me ocurrió mandar a un soldado que ni conocía a por su hermana, un soldado que tuvo la excusa perfecta para desertar.

Mientras hablaba me golpeaba, una y otra vez. Donde podía. Pecho, cara, brazos… Me odiaba. Me odia. Lloraba y gritaba. Apenas sentía ni me dolían los golpes pero cada una de sus palabras se me clavaban en el corazón. Sé que lo nuestro se acaba de romper. Da igual que traiga a Olga o no, da igual lo que pasa o como recompongamos esto pero ella jamás me volverá a querer como me ha querido hasta ahora.

No me queda duda de que también ha surgido un muro hoy entre Heidi y yo. Y no sé cuanta parte de responsabilidad es mía por no haber sido más cuidadoso. Me parece que toda la culpa es mía. No obstante, mañana a esta hora espero que Olga esté durmiendo con nosotros.


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