Lunes, 17 de Julio de 1961
Por alguna extraña razón, sin comerlo ni beberlo, he acabado siendo el portavoz de este pequeño grupo que hemos formado algunos miembros de El Comité. No me molesta, pero tampoco me agrada. De alguna forma lo veía venir aunque tenía la esperanza de que Uwe cogiera ese puesto. Sé que su relación con Erich es tanto o más cordial que la mía pero ni por esas me he librado de este encargo al que no sé bien como hacer frente pero que tengo que asumir ya.
La reunión de esta tarde ha sido intensa y concisa. El «notario» Markus ha sacado el cuaderno donde anotó la lista que hizo el jueves pasado y sólo uno de los puntos ha podido tachar: ya sabemos que el muro acabará siendo físicamente un muro, aunque pasará por una fase previa en la que no será más que una barricada reforzada y vigilada. El resto de preguntas han quedado en el aire y ha añadido, en otro color para que quedase claro que era un añadido, algunas dudas más como la que a mi se me quedó el viernes acerca de eso de los soldados que se iban a desplegar. Todos hemos aprobado esos cambios y hemos determinado que no podemos seguir así. Tenemos que aclarar esas dudas y saber de verdad qué estamos haciendo. Cual es nuestro poder de decisión, que margen de maniobra tenemos, como va a afectar a nuestros ciudadanos el tema de El Muro (creo que definitivamente será la forma de llamarlo a partir de ahora).
Parece que Erich no está dispuesto a soltar más de lo necesario. Tampoco se ha negado a responder ninguna de nuestras preguntas pero bien es cierto que preguntamos poco así que se ha propuesto tener una reunión con él aparte de El Comité. En principio se habló de ir los cuatro pero pronto nos dimos cuenta de que sonaría a encerrona para Erich. Se sentiría acorralado en un 4 contra uno y aunque tiene soltura de sobra para poder con nosotros y otros cuatro más no iba a ser la forma más cómoda de sacarle información útil. Markus propuso entonces que fuera uno en nombre de todos y no hubo ni una mirada que no se dirigiera a mi.
No me he querido negar. Hace unos días, tras mi charla con Olga, estaba dispuesto a hacer esta visita a Erich por mi cuenta. Ahora además cuento con el respaldo de varios compañeros bajo la manga así que no me supone ningún problema. He aceptado el encargo sin rechistar y el resto de la reunión, breve, fue cerrar esa pequeña lista de puntos a hablar. Sólo agregamos el tema de las ordenes que se iban a dar a los vigilantes del muro durante el tiempo que estuvieran allí. El resto de la lista se quedó tal como estaba el jueves pasado. Intentaría concertar la cita con Erich esta misma semana ya que el viernes que viene tenemos la siguiente reunión y no queremos dejarlo para más adelante. Con las ideas claras me he venido y con las ideas claras pero nervioso sigo aquí. Mañana le enviaré a Erich la petición de una reunión. Así funcionan aquí las cosas, el protocolo. Cuando se trata de acudir a él no es cuestión de presentarse sin avisar a su despacho. Eso sólo lo hacen los mandos superiores a los inferiores. Esperemos que su agenda le permita tenerla pronto.
La lista va conmigo en mi cartera. No me atrevo a dejarla en ningún cajón. Espero que todo salga bien y que Erich no se sienta incómodo.
Hacía ya mucho que Heidi no tenía una de sus crisis. Meses, es posible que incluso más de un año. Parece que la última medicación le está sentando bien y la tiene controlada. Un rato después de acostarme yo ha vuelto con toda la fuerza y brutalidad del mundo. Hace un rato ya que vuelve a dormir tranquila, pero a mi me resulta imposible. Ver ese cuerpo tan delicado convertido en un sinfín de convulsiones me rompe el alma, nunca me acostumbraré. No ha sido de las pequeñas. Me ha dado tiempo a coger la vara recubierta de goma que tenemos en la cómoda para ponérselo en la boca y que no se destroce la lengua. Aún tengo en mi indice la herida que me ha hecho al morderme mientras se lo ponía.
Ahora duerme en paz pero yo no hago más que verla en mi mente temblando y babeando, con esos ojos en blanco y la mente ida. Sus ataques son así de repentinos y muy escandalosos, por decirlo de alguna manera. No suelen durar ni un minuto aunque se me hagan eternos. Una vez que pasa y consigue recuperar la respiración se calma en unos minutos y continúa su vida normal. Ella lo tiene más que asumido ya. Convive con su epilepsia y estos ataques desde que tiene uso de razón y no le impide en absoluto hacer vida normal. Yo no consigo acostumbrarme a pesar de haber vivido ya decenas de ellos.
Preguntamos al doctor si su epilepsia podía ser la causa de que no se quede embarazada pero nos aseguró que no, que no presenta ningún problema salvo que en el momento del parto podrían aparecer convulsiones. Nadie sabe exactamente qué las provoca pero creen que la tensión emocional la favorece. Hoy no ha sido, que sepa, un día de tensión especial. Sin embargo ahí han llegado las convulsiones.
Y de repente me viene a la cabeza Lucia. ¿Qué medicación toma Heidi? ¿Dónde la compra? ¿Le afectará El Muro?. Tengo que enterarme lo antes posible. Desde luego hay mil detalles en los que esa frontera que estamos creando nos va a afectar. A nosotros y, por supuesto a todos los habitantes de Berlín. ¿Estarán teniendo esto en cuenta las altas esferas? Tengo que ser claro con Erich cuando consiga hablar con él.
Amanece. Ya es martes. Ojalá no se demore mucho esa reunión.
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