Sábado, 12 de Agosto de 1961
Todo está en marcha. Hace apenas una hora se ha dado la orden para desplegar las barricadas que formarán la primera y provisional versión de El Muro. Son las 11 de la noche y escucho camiones pasando a cada instante por las calles de Berlín. Nos han mandado a nuestras casas aunque necesitan que estemos disponibles. Quieren que durmamos unas horas porque mañana será un día duro. ¿Mañana? ¿Y la noche? ¿Cómo pretenden que durmamos escuchando ese sonido, que seguro se hará más intenso durante la noche? Todo ha empezado ya y lo único que me alegra es poder estar en casa con Heidi. La he obligado a tomarse un somnífero y está en la cama con un sueño artificial e intranquilo. La escucho moverse en la cama inquieta. No está descansando aunque la química le impida estar despierta.
Yo he decidido que es necesario escribir esto. Este diario está siendo en estos días mi tabla de salvación y esta noche lo necesito especialmente. Necesito vomitar en algún lado mis pensamientos y sobre todo necesito darles forma coherente como forma de relajar mi mente así que aprovecharé este rato que Heidi duerme para recapitular un día aciago.
Esta mañana no ha sido importante. La reunión con los soldados ha sido lo previsto. Si que impresionaba, al menos a mí, ver miles de hombres allí en formación. Se había montado un sistema de megafonía digno de un concierto de música para llevar la voz de Walter a todos los rincones y todos los oídos. Walter, sí. Él ha sido el encargado de la arenga de esta mañana, de motivar a las tropas. Les ha hablado del «muro anticapitalista» que estamos a punto de construir. Les ha hablado de que ellos han sido los escogidos para ser parte de la historia, que sus nombres formarán parte de un momento único e irrepetible en la historia de la nueva Alemania. Formarán parte de la lucha contra el capitalismo en una fecha histórica que estudiaran sus hijos y nietos en las escuelas y que podrán decir orgullosos que formaron parte de este momento, que ellos estuvieron allí como parte activa.
De vez en cuando sonaban gritos y vítores de aprobación. Miraba desde detrás de Walter las caras de los soldados y veía bastante confusión y extrañeza. Se notaba claramente donde habían colocado a los que sabíamos más defensores de eso de aislarnos de la Alemania Occidental para que aplaudieran y animaran el discurso de Walter, su propia claque.
Se convocó a todo el mundo a las 21:00 para nuevas órdenes y explicarles su cometido. Ha sido un discurso breve pero intenso, apenas 15 minutos. Todos hemos sido convocados a las 21:00. Ni Erich ni Walter han soltado prenda. Sólo que todos debíamos estar. Ya lo esperaba así que no ha sido sorpresa. La sorpresa nos la hemos llevado a las 21:00 cuando además de los cerca de 15.000 soldados nos hemos encontrado un batallón de camiones apostados en las inmediaciones del hangar. No sabría decir cuantos y nadie nos ha dado una cifra. Algunos estaban cargados con barricadas, otros con ladrillos, otros con obreros.
Lo imaginaba, Heidi ha sufrido uno de sus ataques de nuevo. Este ha sido de los grandes. Ni los somníferos han sido capaces de calmar su cerebro esta noche aciaga. Ha durado varios minutos y ha terminado agotada. Estos ataques cuando son grandes la destrozan físicamente. Aún así antes de caer de nuevo rendida por las pastillas y el agotamiento de las convulsiones, ha repetido varias veces las mismas 4 palabras. «Ve a por Olga.»
No puedo ir a por ella, pero le dije que he enviado a uno de mis hombres a buscarla. Las instrucciones eran muy claras: ir a casa de Olga y traerla a mi casa. Dijera lo que dijera, eran órdenes. Ante cualquier incidencia tenía que volver a contármelo. Confiaba en que ver a un soldado de mi parte ir en su búsqueda haría que Olga ni se lo pensara. Hace ya cerca de dos horas que le envié y aún no sé nada, me preocupa. Ha sido justo cuando hemos salido del Hangar donde se ha quedado todo un ejército de soldados preparando el despliegue del muro.
En una noche. Lo quieren hacer todo en una sola noche. Esta noche.
Para eso ha sido la reunión de las 21:00. El despliegue del muro comenzaba en una hora. Se habían creado pelotones, jefes de pelotón, coordinadores… cada uno tenía su puesto asignado y tenían una hora para acudir a las decenas de puestos de información que se habían montado para saber su «destino», por decirlo de alguna forma. Los jefes llevaban allí ya varias horas enfrascados entre mapas, números de soldados y camiones, notas de coordinación, zonas a cubrir, ideas y nombres clave de batallones… Los había encargados de custodiar a algunos obreros, otros encargados del despliegue de barricadas, otros debían irse a dormir para hacer los relevos dentro de 8 horas en los sitios asignados… todo había sido organizado por el ejército al margen de nosotros. Todo estaba preparado. La efectividad fue total.
En menos de una hora todo estaba organizado. Nosotros lo veíamos desde el puesto donde Walter había dado su discurso. Nosotros ya no pintábamos casi nada allí. El ejército se hizo cargo de todo, incluidos nuestros hombres. Esta noche el muro quedaría desplegado. Erich estaba con nosotros, ya no había hombre de Moscú ni Walter. Nos daba las gracias, nos contaba las maravillas de la planificación y nos explicaba algunas cosas técnicas de las que no habíamos tenido conocimiento hasta ahora. Tampoco necesitábamos saberlo. Ni antes ni ahora.
Casi todos los obreros, que no eran demasiados, iban hacia las estaciones de tren. Se iba a hacer salir a todos nuestros conciudadanos y tapiar las entradas. No iba a darse alternativa a que nadie entrase y saliese por allí. A partir de las 12:00 de la noche se avisaría a las autoridades del tren de la RFA que sus trenes no debían parar en ninguna de nuestras estaciones. Quizás alguna se abriría más adelante pero en una primera fase todo el tráfico ferroviario estaba interrumpido.
Nuestros soldados empezarán a desplegar las barricadas sobre la 10:30, todo está bien organizado para que en media hora estuvieran ya en sus destinos y esperaban tenerlas listas antes el amanecer. quedarán retenes importantes de soldados ya organizados para proteger las barricadas y que nadie las cruce.
Me parece increíble que después de un ataque tan intenso y con la cantidad de somníferos que tiene en el cuerpo Heidi haya sido capaz de discutir conmigo de esta manera. Aún tiemblo mientras la veo en la cama tumbada. He llegado a pensar seriamente la posibilidad incluso de esposarla, por un momento he pensado que se había vuelto loca.
Cuando la he escuchado y he ido al dormitorio estaba casi vestida. No había forma de retenerla, quería ir a buscar a Olga, estaba desquiciada. No nos habían contando nada pero resulta que de las primeras cosas que han hecho ha sido cortar la comunicación telefónica con el otro lado. No hemos tenido forma de hablar con Olga para avisarla. Lo intenté desde una pequeña oficina en el hangar y no quise creer que estaban cortadas las lineas. Pensé que era el teléfono desde aquel cuartucho. Al llegar a casa, antes de hablar con Heidi lo primero que he hecho ha sido volver a llamarla. Ya había mandado al soldado a recogerla pero quería avisarle. Quería escucharla, saber que estaba bien y que vendría con aquel hombre del que no recuerdo ni su nombre. No podía mandar a nadie de confianza, no podía desprenderme de ellos. De hecho les había perdido la pista a la mayoría absorbidos por esa inmensa maquinaria de guerra que se había puesto en marcha hacía unas horas.
Son casi las 3. Salió a las 10 y media. No está a más de media hora. Recogerla y traerla. Antes de las 12 debía estar de vuelta. Han pasado 3 horas de más. No va a venir. O no le han dejado salir o este hombre se ha quedado allí. Ahora veo su rostro y me doy cuenta de que era casi un niño. Rondaría los 20 años. Posiblemente esta situación le supere y ha decidido quedarse allí. Si no le hubieran dejado salir hubiera vuelto a informarme hacía ya horas. Pero nada de eso puedo decírselo a Heidi. Le insisto en que vendrán, que las calles están copadas por los militares y el despliegue del muro pero que llegarán. He conseguido calmarla de nuevo y obligarla de nuevo a acostarse con falsas promesas. Ha tomado otro somnífero. Sé que es demasiado pronto pero tampoco creo que le haga ningún mal dadas las circunstancias de hoy. Lo necesita.
El tránsito de camiones no cesa. Creo que cada vez es mayor. Ya he escuchado alguna sirena. Seguramente haya gente que se ha despertado y monta algún revuelo. Siento la necesidad de ir a ver qué está ocurriendo, acercarme a algún punto cercano, Bernauer Strasse. Hace 15 minutos que Heidi se ha tomado la pastilla y normalmente dormiría al menos 8 horas sin parar. Con su estado de nervios no confío en absoluto en ello pero es imposible que despierte en la próxima hora. Voy a echar un vistazo.
Me ha bastado media hora para comprobar que la situación es terrible. Son las 4 de la madrugada y se supone que hay poca gente despierta pero me ha estremecido ver cómo unos cuantos de los pocos que se han acercado a los soldados han intentado cruzar sin ningún tipo de miramientos al lado occidental. No se lo han pensado. Había gente en pijama, gente que me suena haber visto alguna vez paseando por el barrio o comprando en la panadería o jugando con los niños en algún parque.
Unos cuantos solo observaban. Desde las ventanas o en las calles. Veían a los soldados bajar de los camiones los rollos de alambre, los postes de madera, las barricadas. miraban cómo las calles se iban cerrando con rapidez. Los que no estaban cargando con algún elemento para construir la barricada estaban con sus fusiles en las manos. Todos tenían su misión clara, nuestro ejército trabaja con la precisión de un reloj suizo. Ni un movimiento de más. Si el volumen de soldados que he visto esta noche en los hangares están trabajando a este ritmo la barrera por toda la ciudad al unísono, el muro provisional, estará construido antes de que salga el sol como quieren. Se pretende no armar mucho revuelo pero el ruido es inevitable.
He visto algunos conciudadanos intentando huir allí mismo. Desesperados, entre lágrimas algunos, gritando y suplicando que necesitaban pasar, que su vida estaba al otro lado, que no podían quedarse aquí sin trabajo y sin futuro. Otros muchos enfadados, indignados e insultando a los soldados y a algunos de mis hombres que andaban por allí. Todo el mundo parece tener claro que están sembrando los cimientos de una cárcel e incluso los que no han intentado huir han gritado enfadados a nuestros soldados, que se han mantenido fríos y distantes pero las caras de mis hombres era todo un poema. No esperaban eso, se veía que no entendían nada. Seguramente los soldados tampoco entendían nada pero su misión no es entender, es obedecer. Tienen órdenes claras: Nadie debe pasar ni hacia un lado ni hacia otro.
He visto golpear sin miramientos a algunos hombres que intentaban saltar las alambradas aún provisionales o escapar incluso por alguna de las calles aún sin cerrar. Golpearles sin compasión y arrastrarles de nuevo unos metros atrás. He visto algún muchacho más joven cruzar sin que le atraparan. Nadie de nuestras fuerzas del orden puede atravesar la barricada, esos son nuestro límites y no hay orden de disparar, que yo sepa. Incluso un joven ha conseguido atravesar la frontera y al volverse ha visto que su compañero, puede que su padre o hermano, no lo ha logrado. Hizo ademán de volver y la persona que estaba atrapada le gritó que ni se le ocurriera. Que se largara, que se fuera y le esperara. Que lo lograría más adelante y ya se verían.
Cada camión trae focos que va colocando para iluminar la obra, si se puede catalogar de obra el despliegue de esas alambradas, sacos de arena y sistemas antivehículos. Me pregunto si los dejarán para las noches siguientes, cuando ya no haya tantos soldados, pero supongo que no, que habrá que apañarse con la iluminación urbana, que en algunos puntos se me antoja escasa. Imagino que con el tiempo se irán puliendo esos problemas logísticos.
Apenas hay gente en el otro lado. Algún curioso en alguna ventana pero nadie en las calles. Algún insulto también surge desde esas ventanas pero el ruido está en este lado y no creo que haya mucha gente del Oeste con ganas de cruzar al Este. Sólo, imagino, unas cuantas personas que tengan familia aquí. Pienso en Olga. Pienso si al menos le habrá llegado el aviso. Sé que a estas alturas ya no la dejarán pasar de todas formas. Intento localizar a alguien que conozca entre los Volkspolizeís que veo pero no hay nadie que me inspire confianza. Nadie que conozca y ninguno de esos rostros me parece adecuado. O están llenos de dudas e inseguridad o están demasiado seguros de lo que están haciendo al punto de que creo que serían capaces de denunciarme.
Pienso en cruzar yo mismo. ¿Me dejarían? No son mis hombres los que están al mando, son los militares, no hay duda. Las órdenes son concretas y estoy seguro de que si lo intento llamarán para informar y que me autoricen. No puedo hacerlo. Ya es tarde. Olga se ha quedado al otro lado. Nosotros nos hemos quedado en este. No sé como podré conseguir que Heidi lo asuma. Al menos por ahora es imposible que venga.
En cuanto las cosas se asienten un poco, cuando pasen unos días y la gente se acostumbre a la nueva situación se abrirán más pasos, todo será más flexible y seguro que Olga puede cruzar. O yo traerla. La otra opción, y que por supuesto explotaré mañana o el lunes, es usar mi status de miembro de El Comité y mi amistad con Erich para que consiga que Olga se venga con nosotros. Es la única vía.
Heidi vuelve a moverse. No puedo darle más narcóticos. Sólo se me ocurre emborracharla, a ver si entre el alcohol y las drogas vuelve a dormir.
El sol ya despunta, son casi las 7. Era imposible dormir a Heidi. Solo quería cruzar en busca de su hermana. No le importaba no volver. No paraba de decir que le daba igual, que no podía dejar a su hermana sola en Berlín. Me llama la atención que ella se erija como defensora de Olga, como su apoyo, cuando yo siempre lo he visto al revés. Puede que haya estado más equivocado de lo que imagino aunque yo creo que se trata de mera simbiosis. No hay «hermana dominante», no hay jerarquía, se necesitan la una a la otra sin más.
Ya apenas se escuchan camiones ni soldados y los que suenan es sólo de paso rápido hacia lugares ya más distantes. Algo me dice que la operación de despliegue del muro está siendo, o incluso ha sido, todo un éxito. Ya tampoco se escuchan sirenas. O el movimiento está más lejos ahora o la gente finalmente se ha ido a dormir. Sea como sea me alegro, nunca es buena señal una sirena en estos momentos. Los nervios están a flor de piel y cualquier movimiento nervioso de alguien, ya sea soldado o civil, puede desembocar en un tumulto que derive en que alguien saque un arma y comience a surgir sangre. Espero que no haya ocurrido en ningún sitio.
Dentro de 3 horas hay reunión de El Comité. No sé que sentido tiene ya. Mejor o peor, nuestro cometido está cumplido y ha quedado bien claro esta noche cuando ha sido el ejército el encargado de dar órdenes a todos los cuerpos, incluidos mis soldados. Ya no parece que sirvamos de mucho pero Erich quiere vernos de nuevo. No sé quien asistirá hoy. No sé que pinto allí pero no puedo negarme. Lo que no sé es que hacer con Heidi. Ni me gusta dejarla drogada sola en casa ni quiero despertarla porque pienso que es capaz de pretender coger el coche para ir a por su hermana y meterse en un lío. Ya echo de menos a Olga. La llamaría y en 20 minutos estaría aquí para cuidarla en mi ausencia.
No tenemos relación con los vecinos ni amigos de tanta confianza como para pedirles que vengan a cuidarla. Tampoco está enferma como para ingresarla en un hospital así que creo que lo más lógico es que me acompañé. La oficina estará bastante vacía pero Helga estará. Ella siempre está cuando yo estoy en la oficina, jamás me ha fallado. Ella hará compañía y cuidará de Heidi. En realidad va por cortesía porque hoy no la necesitaremos. Sólo nos preparará la mesa, pondrá el agua y un par de botellas de licores, rellenará la cubitera y estará pendiente por si necesitamos algo más. Esa será la solución hoy, el lunes ya veremos.
El lunes Heidi debe ir a trabajar. Quizás el lunes pueda ir a buscar a Olga. Incluso hoy mismo con un poco de suerte. Voy a intentar dormir un par de horas antes de tener que ponernos en marcha. Bueno, quien dice un par dice una. La noche ha sido intensa. Todo ha cambiado. Nada será igual desde hoy. Incluso siento que mi relación con Heidi va a ser distinta. No quiero darle importancia y quiero achacarlo sólo a su estado de ansiedad pero en más de un momento me ha echado la culpa de que Olga no esté. Me ha dicho que tenía que haberla traído, que tenía que haberla buscado, que tenía que haber sabido que iba a pasar esta noche. Me culpa y no sé hasta que punto tiene razón pero mejor no lo pienso ahora. No quiero pensar que sea cierto porque si es así yo tampoco me lo perdonaré nunca.
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