El Comité – Vente, Olga

Miércoles,  9 de Agosto de 1961

Esto no va a llegar a fin de mes ni de broma. Las cosas se tensan día a día. Hoy hemos dado las propuestas de soldados necesarios para crear los controles en las estaciones de tren y lo necesario para tapiarlos. La primera opción requiere bastantes soldados, creemos que los 5.000 que habíamos previsto pueden quedarse cortos y que entre unas cosas y otras no estaría de más contar con unos 9.000. Cada uno de los cuerpos implicados aportaríamos unos 3.000 hombres para el despliegue de la barrera inicial y custodiar los controles, incluidas las estaciones de tren para poder permitir el acceso. Erich acepta de momento esa propuesta en cuanto a número de efectivos pero todos destinados a las barreras, la primera fase de El Muro.

Nos cuenta que se han contabilizado ya casi 30.000 personas que han abandonado Berlín Oriental en los 8 días de agosto que llevamos. No se puede consentir eso y ha pedido de nuevo que establezcamos controles más férreos. Que vigilemos callejas colindantes a los pasos principales, que vigilemos subterráneos, alcantarillas, el metro, autobuses… no podemos seguir permitiendo eso. Y respecto a las estaciones nos confirma que se van a cerrar. Sólo van a dejar una abierta para casos excepcionales, la de Friedrichstrasse. Todas las demás se tapiarán en los primeros días de construcción de El Muro.

No he podido esperar más y en cuanto ha terminado la reunión he salido en busca de Olga. He informado que necesitaba un par de horas y he ido en su busca en mi propio coche. El hecho de que ella trabaje habitualmente en casa facilita este tipo de apariciones sorpresa. No pensaba admitir un no por respuesta. Iba a hacer la maleta con lo justo y arrastrarla a casa si hacía falta.

Acercarme al paso fronterizo del puente de Bornholmer Strasse ha sido todo un baño de realidad. Ese puente que hace unas semanas cruzaba sin problemas andando o en cualquier coche y por el que circulaban decenas de vehículos y personas con fluidez era ahora todo un caos. Una cola interminable de personas en el paso peatonal, ahora fuertemente custodiado con 2 o 3 veces más de soldados que la última vez que lo crucé. Una cola casi parada. Apenas se movía. Lo soldados revisaban con atención unos pases que anteriormente ni se miraba y que mucha gente ni tenía. Unos pocos pasaban y muchos eran obligados a volver, después de estar quizás una hora en cola por lo que estaba viendo, porque el pase no estaba en orden, había caducado o no correspondía con las personas que querían cruzar.

Los vehículos íbamos mucho más fluidos. La mayoría eran obligados a darse la vuelta porque iban familias enteras en ellos, con todo el descaro de llevar maletas delatando claramente que no pensaban volver, mientras el pase sólo era por permiso laboral para uno de los miembros. Los que pasábamos ese primer control éramos obligados a detenernos unos metros después para abrir todas las puertas y maleteros, además de ser inspeccionados por perros adiestrados en la búsqueda de personas por si alguien iba escondido en un fondo oculto.

Me encontraba en la cola esperando mi turno para llegar al control, pensando que me parecía sobredimensionado ese tipo de controles, creyendo que la cosa no estaba tan mal como para que nadie se escondiera en un vehículo cuando uno de los perros comenzó a ladrar a uno de los coches que habían pasado la primera fase y estaba siendo inspeccionado. Los soldados, mis soldados, sacaron las armas y comenzaron a ordenar a alguien que no habían visto que saliera despacio con las manos a la vista. El conductor del coche se echó a llorar y se lanzó gritando a ponerse entre mis soldados y el asiento de atrás del coche. Les dijo que no disparasen y que iba a abrir el asiento. Efectivamente en un hueco bajo el asiento iba un niño de unos 6-8 años según pude calcular. Deduje, por las lágrimas del hombre, que se trataba de su hijo. Ambos fueron esposados por mis hombres y llevados a una de las furgonetas que se habían colocado para ir trasladando a los prisioneros.

La imagen de ese hombre con ese niño esposados mientras se llevaban el coche confiscado me partió el alma. Quise acercarme a ver que pasaba, a interceder por él, pero no podía. Hoy tenía una prioridad: mi familia. Mi particular familia. Olga. Anoté la hora y el número del furgón para ver si a la vuelta en la oficina podía hacer algo pero lo cierto es que tras mi charla con Olga todo ha pasado a un segundo plano y no me he vuelto a acordar hasta ahora. Mañana lo tengo que mirar. Lo voy a apuntar en mi agenda ahora mismo.

Por suerte mi influencia sigue siendo útil y he pasado los controles sin problemas, aunque no he querido librarme del control canino para no llamar la atención al resto de gente que estaba en la cola. Olga no estaba en casa. Me ha tocado esperarla casi una hora. Efectivamente está liada cerrando un par de asuntos importantes. Uno de ellos es la venta de una nave industrial en un polígono cercano. Olga es muy buena en su trabajo, es una gran vendedora y si se pone es capaz de vender una nevera en plena Groenlandia, aunque precisamente una de las cosas por las que triunfa es porque no hace esas cosas, es una vendedora justa.

Cuando por fin ha llegado se ha extrañado de verme. No he sentido la alegría que suele acompañar nuestros encuentros. Tampoco creo que yo se lo haya transmitido en esta ocasión. Ayer Heidi, hoy yo. No esperaba nada bueno y no se equivocaba. No me he andado con preámbulos ni tonterías. Ha sido como cuando voy a tener sexo con ella: directo. Quería que se viniera conmigo. En ese mismo instante. No quería que esperase una semana más. No sabía cuánto tiempo iban a mantenerse las fronteras mínimamente abiertas y no podía arriesgarme a que Heidi y ella acabaran separadas ni un sólo día.

Ella ha vuelto a insistir en que necesitaba unos días. Me ha preguntado mil veces cuándo creía que se iban a cerrar las fronteras y a comenzar la construcción de El Muro. No podía darle fecha, sólo compartir mi inquietud de que fuera mucho antes de lo previsto. Le conté lo de las estaciones, que Heidi no se lo pudo transmitir ayer, lo que había visto en el control hoy, el aumento del número de soldados… todo. Nada apunta a que esta situación se alargue ni siquiera a final de mes.

Insiste en que es imposible que esto ocurra de la noche a la mañana, que habrá tiempo y que sólo es una semana. No puede irse y dejarlo todo tirado, todo lo que ha conseguido, y colgarse de nosotros. Sabe que no estamos nada mal económicamente hablando pero con una semana de tiempo puede llevar un bolso bien cargado de dinero para que no nos tengamos que preocupar por ella durante mucho tiempo y para poder recuperarse cuando pasen lo duro y en unas semanas/meses vuelva a su casa. Preocuparnos por ella. Precisamente es no tenerla con nosotros lo único que nos preocupa pero no hay manera de convencerla.

Es testaruda como ella sola e inteligente. Sabe lo que hace, o se equivoca con mucha seguridad. Sea como sea es imposible negar que lo que dice es lógico y sé que es la primera interesada en hacer las cosas bien y sobre todo no desconectarse de su hermana. Sabe que la necesita. Hoy no se ha mencionado ni una sola vez lo nuestro. Es consciente que todo ha acabado. Posiblemente no volvamos a follar nunca o al menos no en mucho tiempo. En el momento en que se traslade será imposible ni física ni moralmente. ¿Irnos a un hotel a espaldas de Heidi? ¿Quedar en la casa que compartimos los tres cuando ella no esté para tener sexo en el mismo sofá, la misma cocina o el mismo baño donde unas horas después estaremos los tres juntos?. No, impensable.

Lo nuestro ya se ha terminado. Ya solo queda lo de Olga y Heidi. Eso es de verdad lo importante y de eso estamos hablando. He conseguido arrancarle la promesa de que no lo dejará para la semana que viene, que a más tardar este domingo se mudará. Si tiene que traer menos dinero o dejar algo sin rematar lo hará. El domingo como muy tarde. Estamos a miércoles, no creo que la cosa se precipite tanto. Eso espero.

Dando vueltas en la cama a todo hay una cosa que me ha llamado la atención al volver: no he tenido que pasar ni un sólo control. Todos están desde nuestro lado para controlar quién sale. Me parece que este muro va a ser más un muro de contención que de defensa.


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