¿Sabes esa eterna pregunta de salud, dinero o amor? ¿En que orden los pondrías? Lo normal es ponerlos en el mismo orden de la canción. ¿Coincides? Piénsalo que yo te respondo en el siguiente párrafo. Tic tac, tic tac.
Yo, de un tiempo a esta parte y cada vez más, pongo por delante de todo el dinero. Llámame materialista (“¡Materialista¡” – gritó Jose Luís desde el fondo de la sala) pero es algo que me va cambiando en mi orden de prioridades con los años. No seré yo quien diga que he pasado necesidades en mi vida pero si he pasado tiempos donde el dinero ha sido un problema por mi mala cabeza y mi incapacidad de gestión.
De un tiempo a esta parte he cambiado esa forma de gestionarlo y he conseguido tener unos mínimos ahorros en el banco. Y digo bien, mínimos. Porque cuando hablo de materialista y de tener dinero no hablo de tener montañas de dinero, cienes y cienes de miles de leuros. No, hablo de tener un dinero de reserva. Como esa lata de fabada o ese sobre de sopa que aparece de repente en el fondo de la despensa y te salva una comida. Hablo de tener un dinero suficiente para no tener que preocuparte por él.
Vivir bien, sin lujos, despilfarros ni viajes al caribe cada año, pero pudiendo vivir con tranquilidad y tener un dinero por si te pasa algo. Así de sencillo. Y esta reflexión viene por un desgraciado acontecimiento que me sucedió el domingo pasado.
Si me conoces a mi, conoces a Lola, mi gata y compañera de vida. El viernes de la semana pasada estaba un poco apática, más parada de lo habitual en un gato. Lo achaqué a que había pasado bastante tiempo fuera de casa y eso no le hace gracia. Pero el sábado iba a peor por momentos. No la veía comer ni beber, se arrastraba por la casa y aunque no se quejaba estaba triste. Eso se nota cuando uno conoce a sus hijos.
Iniciso: es curioso como las personas cuando estamos enfermas nos quejamos, llamamos la atención y reclamamos cuidados y los animales, en general, se apagan y se apartan. No sé bien si para no molestar o para no mostrar debilidad.
Total, que el sábado por la noche empezó a supurar algo por el culete, que no sabía lo que era. A la 1:00 de la madrugada salí corriendo con la gata en el transportin para un veterinario de urgencia que localicé y allí se tuvo que quedar encamada. Algo asó como quistes supurantes en el útero, no me preguntes más técnicismos.
Verla allí tumbada en la camilla, sedada, con la vía puesta mientras la hacía la eco, le sacaban sangre, le ponían una vía para hidratarla y medicarla… no sabes lo mal que se pasa hasta que lo pasas.
Tras las pruebas, se quedó ingresada para recuperarla y, con casi total seguridad, operarla. Efectivamente el pronóstico se cumplió. Era el menos malo posible, habíamos llegado a tiempo para la operación y todo era firmar la autorización, una operación de una hora, un par de días de postoperatorio en la clínica y en nada estaría como nueva. Prueba superada.
¿Y lo del dinero? – Ya voy, Jose Luís.
Lo del dinero es que, por suerte, tengo ese fondo para emergencias. Atención de madrugada de urgencias, eco, readiografía, analítica, medicación, operación, hospitalización… No estamos hablando de unas vacunas de 60 €, pero para esto precisamente está el fondo de emergencias, para tener esta tranquilidad. Porque en otras épocas de mi vida no hubiera podido hacer frente a ese gasto repentino más que tirando de tarjeta Revolvin o pedir un préstamo inmediato en el banco. Esa fue mi vida durante mucho tiempo.
Tener ese fondo, suficiente para estas cosas que puedan venirte sin esperarlas, es necesario. Qué se te rompa la lavadora, una reparación inesperada del coche, un extra médico o veterinario… El dinero es necesario incluso para la Salud. Y lo del amor, si viene se le saluda y si no, pues tan felices. ¿Materialista? Pues sí. Quiero ganar dinero, y tener algo guardado. No por avaricia, no por decir “mira cuanto tengo”. Sabes de sobra que si me apetece comprarme un móvil me lo suelo comprar, pero prefiero seguir cumpliendo mi meta de ahorro mensual y si me lo compro se financia para pagarlo poco a poco, siempre con mucha cabeza, y no dejar que esa reserva vaya a disminuir.
No es avaricia, insisto: es tranquilidad. Es saber que una emergencia no se va a convertir en una catástrofe porque le puedo hacer frente.
Lo cantaba Simply Red hace muchos años: el dinero es un tema puñetero, pero hay que hablar de él. Y hay que tener suficiente. No más ni menos. Aunque si es un poco más que menos, mejor que mejor.
La semana que viene, más. Nos leemos en 7 días.

