Continuamos con esta serie de post dedicados a Pixar. Porque sí, porque soy muy fan de Pixar no desde ayer sino desde que vi esos Sueños de Rojo, hace más de 20 años. Y me apetecía aprender yo mismo algo más sobre esta compañía, así que estoy aprovechando estos post para hacerlo.
Nos quedamos ayer con John Lasseter y Edwin Catmull trabajando en una de las filiales de Lucasfilm, el conglomerado de empresas creado por George Lucas. Por diferentes vías, ambos habían llegado a dicha compañía y trabajaban viendo las posibilidades que los ordenadores y la edición digital podían tener en el mundo del entretenimento, tanto a nivel de gráficos generados como a nivel de efectos especiales y edición. Pero aun no tenemos ni siquiera la empresa Pixar creada como tal y aún nos falta también un tercer nombre, un tercer «socio fundador» que, como os dije ayer, puede que a algunos os sorprenda.
Al igual que John Lasseter, este tercer pilar de Pixar recabó en este proyecto después de ser despedido por la compañía en la que trabajaba. Hacía ya unos meses que había sido despedido por la empresa que él, junto a otro amigo, había fundado hacía una decada. Traicionado por sus propios empleados y por el hombre que el mismo contrató para dirigir la empresa, decidió continuar algunos de los proyectos informáticos que tenía en mente. Pero claro, la empresa que le despidió tampoco es que fuera pobre y le supo compensar bien, así que el dinero le dio para montar esa empresa y informática y buscar alguna cosita más en las que invertir.
Pixar ya estaba escindido de Lucasfilm y hacía poco que su denominación había pasado a ser, finalmente, Pixar, tras independizarse de Industrial Light & Magic (la empresa de efectos especiales de LucasFilms). Pero básicamente eran un par de locos con el sueño de hacer un largometraje integramente por ordenador y aportando algunas cosas a la empresa matriz. Y lo peor es que el gran Lucas ya había conseguido de ellos lo que necesitaba y no acababa de verle futuro a las otras ideas, así que tenía en venta ese pozo sin fondo porque no creía que pudieran dar mucho más de si. Por 30 millones de dólares (una ganga, vamos) cualquiera podía hacerse con Pixar al completo Y en esta búsqueda de nuevos proyectos de nuestro personaje anterior, se acercó a Lucasfilms y vio potencial en esa filial dedicada a los ordenadores y el entretenimiento, pero de 30 millones nada. Por cinco millones de dólares de la época, mas otros 5 de capital adicional para potenciar la empresa, compró esa pequeña empresa.
Sin embargo, aunque el sueño de este tercer pilar también era la creación del primer largometraje creado por ordenador, si que hablamos ahora de un empresario, alguien que sabía que los sueños no se consiguen durmiendo sino con trabajo y dinero. La recién independizada Pixar tenía que vender también ese software y ordenadores a terceros para rentabilizar la inversión. Fueron años muy duros esos que pasaron entre la escisión total y la llegada de la luz en forma de contrato con Disney. Sin embargo, este inversor inyectó dinero en la empresa, les dejó trabajar y desarrollar hardware y software para esos cortos. Cortos como Red’s Dream, Knick Knack (el que habéis visto antes) o Tin Toy, el primer corto de animación generado por ordenador ganador de un oscar.
Siempre con la idea en mente de ir amortizando esa inversión mediante la venta a terceros. Pero los beneficios no llegaban. Iban mejorando, iban ganando premios, incluso oscars, pero había que amortizar todo este gasto. Si hay un mundo legal, además del ejército, donde se manejan cantidades indecentes de dinero, es la publicidad. Así que Pixar también se dedica en esos años a hacer anuncios para intentar recuperar algo de todo lo que iban perdiendo, pero no lo conseguían.
Y ahí tenemos un trio espectacular. Por un lado la mente técnica, el matemático capaz de ir enfrentándose a los desafíos tecnológicos para evolucionar el software y el hardware: Edwin Catmull. Por otro lado, el creativo, formado en Disney y con capacidad y ganas de contar historias: Jonh Lasseter. Y por último al empresario, al hombre visionario capaz de ver el futuro y apostar su dinero a caballo ganador, siempre con intención de recuperarlo convenientemente aumentado: Steve Jobs (si, el Tito Steve, el de Apple). Solo era cuestión de tiempo que algo bueno saliera de ahí.
Y son 10 años de trabajo duro, de desarrollar las herramientas de software y hardware necesarias para que la tecnología pudiese mostrar en pantalla lo que la mente creativa de Jonh Lasseter quería ver. Años de joyas de la animación, revitalizados hoy gracias al éxito posterior de Pixar, pero que no hacían mas que generar perdidas al Tito Steve. Hasta que finalmente fueron los señores de Disney, los mismos que habían dado la patada a John Lasseter, los que acudieron al rescate. Y 10 años después de despedirle decidieron apostar parte de su dinero en esa Pixar, a ver si eran capaces de hacer un largometraje completo. Y apostaron por Toy Story.
Y creo que mas o menos lo que sigue ya lo sabéis, pero hablaremos un poco de eso mañana, que hoy ha vuelto a hacerse tarde.