De Némesis y MasterChef

Estuve el otro día viendo la semifinal de MasterChef en La 1, la semana que viene será la gran final. No lo he seguido desde el principio. No por nada en especial, simplemente no me atrajo, pero a base leer sobre el programa por twitter he acabado enganchándome. No os equivoquéis, no es gran Hermano ni un Operación Triunfo en la cocina. Para los que no lo conozcáis os cuento que se trata de un programa donde grandes chefs enseñan alta cocina a gente de la calle. Algunos con experiencia propia como concinillas en casa, amas de casa de toda la vida, gente joven con ganas de aprender… un poco de todo.

El premio, aparte de un buen puñado de euros, incluye trabajar en grandes restaurantes formándose aún más. Es gente que adora la cocina y que quieren dedicar su vida a eso. Me parece interesante y curioso por ver como cocinan, descubrir como se organizan en grandes cocinas (ahora quedan los 3 finalistas pero he visto grupos de 4-6 trabajando en conjunto), ver como se hacen grandes platos de diseño como la recreación de la manzana de feria que hizo el otro día Jordi Roca y que es espectacular.

Pero tampoco os creáis que todo es una balsa de aceite. Como en todo concurso donde sólo puede haber un ganador surgen rencillas. Gente más noble y gente con más interés por ganar cueste lo que cueste. Y así es como retomé este post que tenía en mente. ¿Recordáis este anuncio de Vodafone que lanzaron cuando la rivalidad entre Fernando Alonso y Lewis Hamilton estaba en pleno apogeo?

La frase no puede ser más cierta. Cuanto mejor es el malo, mejor es la película. Todo bueno necesita su némesis, su SuperVillano, ese malo que le haga sufrir y que nos haga sentir que debe ganar el bueno. Es lo que necesitamos para empatizar con él. Y cuanto más malo sea el malo, mejor será la victoria del bueno. Y en Master Chef también ha habido un «bendito malvado», Jose David. Teníamos incluso una heroína, Isabel, que era la mayor del grupo y que quedó eliminada la semana pasada, pero aún así seguimos teniendo un grupo de justicieros dispuestos a destronar al Bendito Malvado. Y el martes se produjo ese enfrentamiento casi final donde Jose David fue vencido por una Eva que parecía derrotada pero que finalmente se impuso.

No fue esa batalla épica donde uno destrozó al otro, hubo algo más de justicia poética al ser derrotado por todo lo que había ocurrido durante los programas anteriores, valorando lo que había ido pasando cada semana. Fue una victoria a los puntos, no pudieron hacerlo de otra manera, pero finalmente el malvado perdió. Nos queda la final, donde nos faltará ese malo, donde las fuerzas estarán igualadas y será menos visceral para los espectadores, pero ya no importa tanto. Sin duda el mantener a Jose David hasta esa semifinal ha sido todo un acierto por parte del programa.

Y ojo, que tengo mucho respeto por Jose David. Su único fallo y que le ha hecho caer tan mal han sido sus conocimientos y su claridad. El haber sido el concursante, de los que he visto, con más experiencia y ganas. Experiencia doméstica, pero mucha. Conocía técnicas que el resto desconocía y, sobre todo, quería ganar. Con un fin tan loable como cumplir su sueño de ser Chef, no quería más, pero no le ha importado reconocerlo desde el minuto cero, que iba a hacer todo lo posible por ganar, que quería ser el ganador. Y eso no es políticamente correcto. Está mejor visto el «yo me conformo con lo que he aprendido», «si no gano no pasa nada» y tal. Eso queda muy bien en cámara.

Ha habido un buen grupo de heroes, quedan tres para el final, pero me gustaría saber si todo hubiera sido lo mismo en MasterChef sin ese Bendito Malvado, sin esa Némesis. Sea como sea, habrá que ver quien es el vencedor 🙂

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