Como ya te he comentado, he pasado unos días en Bilbao esa semana. Me fui el domingo pasado y regresé el miércoles. Maravillosa ciudad. Como he comentado a algunas personas, es una ciudad que me plantearía para vivir. Una ciudad pensada para su gente, no para el turismo ni para los coches. Bancos, parques con césped, gente viviendo en la calles, tascas, pocas cadenas de comercios, negocios de barrio incluso en el centro… Y además el clima me ha acompañado bastante.
He tenido la suerte además de conocer a una fotógrafa a la que admiro muchísimo, tanto por su trabajo de fotógrafa como por su forma de enfocar la vida en general, y ha sido una delicia tanto hablar con ella en persona como verla trabajar. Lo de la mirada del fotógrafo va totalmente con ella. Tu estás viendo algo que ella fotografía y no entiendes para qué hace esa foto, hasta que ves el resultado. Donde ha cortado, como ha encuadrado, que tono le ha dado… Lo cambia todo. Esos ojazos azules que tan mal se lo hacen pasar con el sol ven el mundo de una forma muy diferente. Gracias por el paseo y la charla, Maider.
Y esa fue la única cita que tuve con horario en estos 4 días. El resto del tiempo era salir del hotel, establecer un rumbo al azar y dejarme llevar. Volver cuando volviera, que apareciera lo que fuera o fuese, hacer fotos y pasear. Y pasear. Y pasear. Y no pensar.
Tenía idea de darle un par de vueltas a un proyecto que tengo en mente, aún muy verde como para ni siquiera comentártelo aquí. Quería editar unas fotos que tenía pendientes de la obra de teatro que vi hace un par de fines de semana, escribir algunas cosas, pensar incluso en como enfocar el trabajo a la vuela… pero nada de eso ha sucedido.
Me preguntaba mi psicóloga el viernes por el viaje y como me sentía. Le dije que vacío. Es la mejor forma que se me ocurrió de expresarlo. Durante este tiempo, sin nadie con quien hablar y nada en que pensar, mi mente se ha vaciado del todo. Se ha llenado de imágenes, sensaciones y momentos. Nada más. Nada especialmente memorable, ni falta que hacía. Sólo necesitaba pararlo todo, vivir eso que dicen del Mindfullnes: el momento presente. A cada segundo sólo importaba lo que pasaba en ese segundo y lo que había pasado el anterior. No tenía que anticipar nada, todo fluía y me dejaba llevar. No sabía cuanto lo necesitaba. O quizás sí.
De hecho ahora he caído resfriado. Y yo sabía que iba a suceder cuando comenzara las vacaciones pero he tardado en caer. Porque los primeros días había cosas que hacer, historias que rematar, asuntos pendientes. Pero salir a Bilbao ha sido esa pausa a este cuerpo agotado. Es cuando me he vaciado de tensiones y de todo y es cuando, por supuesto he caído.
Que igual te piensas que ha sido el frío de Bilbo, que no te digo yo que no haya influido, pero déjame quedarme con que han sido las dos cosas.
Ahora, a partir de mañana, toca volver a coger este recipiente vacío y empezar a llenarlo de nuevo y , aprovechando que está vacío, poner las cosas con orden. Establecer prioridades, establecer espacios para cada cosa. Pero eso será mañana. Hoy seguiré tranquilo en casa, viendo mis carreras de F1, editando fotos de Bilbo, probando un juguete nuevo o, simplemente, dejando pasar el tiempo en el sofá.
Que bueno es vaciarse de vez en cuando. Nos leemos la semana que viene.
PD: Como ves, sigo en Substack. Es de esas cosas que he decidido posponer en favor de mi tranquilidad mental estos días.