El bibliobús

El bibliobús

¿Sabes eso de que no aprecias lo que tienes hasta que lo pierdes? Pues yo también diría que a veces no hace falta haber tenido algo para saber lo que te estás perdiendo. Y te cuento a lo que me refiero, que me vino a la cabeza al ver que todavía sigue existiendo el bibliobús, al menos en Málaga.

Lector empedernido

Sí, yo de pequeño era el niño repelente, gordito, sin muchos amigos, más bien con muy pocos amigos, y que se refugiaba en la lectura. En realidad ese cambio de mariposa a gusano (sí, ocurrió al revés) pasó con 10 años o así. Antes era bastante normal, pero en esa transición me volví un lector empedernido.

En mi casa nunca faltó comida, ni ropa, ni un libro para estudiar, pero tampoco nadábamos en la abundancia. Aparte de algunos libros para mayores de mi padre, había una enciclopedia horrible, el Acta 2000, y alguna colección de clásicos de esos que a un niño es prácticamente imposible que le gusten. Que si Becker, Cervantes, Quevedo, Góngora… los clásicos de la literatura que te obligaban a leer en la escuela como si un niño fuera capaz de entender ese lenguaje.

Nunca fui de cómics, era de tebeos y Don Mickey. Mortadelo y Filemón, Rue del Percebe 13, Zipi y Zape… producto nacional. A eso le sumaba Patomás, el tío gilito, los sobrinos, Chip y Chop… pero de ahí pasé rápido a lecturas más intensas. Me leí todo lo que había de Los Cinco, Agatha Christie, algo de Poe y descubrí a Stephen King pronto, del que leía absolutamente todo. Al nivel de llegar a un acuerdo con un compañero del instituto para turnarnos comprando sus libros, que no nos daba tiempo a ahorrar lo suficiente para comprarlos todos. Cada uno compraba uno y lo prestaba. El siguiente que publicaba lo compraba el otro y lo prestaba, y así.

Aparte de eso, todo lo que se cruzaba en mis manos lo leía. Y ahí es donde entra el bibliobús.

El bibliobus

No te puedo decir cuáles fueron los años del bibliobús, mi infancia tiene las fechas muy perdidas, pero durante varios años estuve inscrito al bibliobús que pasaba por mi barrio. Que por cierto, igual estoy hablando del bibliobús como si lo conocieras y no tienes ni idea.

Te puedes imaginar por su nombre que se trata de un autobús reconvertido en biblioteca. Los de hoy en día tienen un aspecto bastante moderno pero en su momento eran autobuses ya retirados del servicio, sin aire acondicionado ni nada semejante, sin más ventilación que la puerta de entrada, lleno de libros mugrientos y asados de calor en las estanterías ocupaban todos los laterales.

Mi recuerdo me lleva a recordar que paraba cada 2 semanas, los jueves, en calle La Unión a la altura de la Cruz del Humilladero, a 5 minutos andando de casa. Era mi primera tarjeta de socio oficial, pertenecía a un algo. Mi nombre, apellidos, una foto tamaño carné y un número de socio. Con eso podía entrar al bibliobús, mi primer club social.

Podía coger hasta 3 libros, que tenían una tarjeta dentro con todos los préstamos y quien lo había leído (impensable hoy en día con tanta protección de datos). Yo recorría las estanterías buscando algo que me llamase la atención. Un título, una portada, un autor… No solía coger más que uno o dos, porque tenía 15 días para leerlos y nunca he sido un lector rápido. Pasadas dos semanas, el bibliobús volvía a parar en el mismo sitio, misma hora y tenías que devolverlos para que no te cobrasen recargo.

Por cierto, el servicio era gratuito. Era una biblioteca pública que recorría los barrios que no teniamos biblioteca. Una forma de difundir la cultura cuando la cultura estaba en los libros.

Bibliobús, biblioteca, E-Book, internet…

Hoy en día leer un libro es un hábito que hay que ejercitar, algo que todos sabemos, creo, que es bueno para nuestra mente, pero que en los tiempos que vivimos se antoja complicado. Prácticamente todo el mundo que conozco que lee lo ha tenido que recuperar, siendo un hábito que casi todos hemos tenido de pequeños.

Es lo que te comentaba al principio, no sabíamos lo importante que era aunque no lo hubiéramos tenido antes, simplemente lo disfrutábamos. No teníamos tantas vías de ver mundo, de conocer otras culturas, vivir otras vidas. El cine era algo puntual, la tele era de los padres, los libros eran caros, pero teníamos las bibliotecas o el bibliobús.

Ya fueran los mosqueteros, de la Tierra a la Luna, Robinson Crusoe, Los Cinco, El Resplandor… daba igual. Era sumergirte en otra vida. Ni siquiera porque la tuya no te gustase, por el mero placer de disfrutar la lectura.

Pensaba que hoy en día el bibliobús habría muerto, como las enciclopedias en papel. Con Internet, los E-Books baratos, las tiendas de libros de segunda mano… pero ahí que lo vi el otro día. Y me pareció maravilloso. Supongo que ya no tendrán esas tarjetas mustias con los sellos de la fecha de entrega y devolución, será todo un sistema informático vía 5G, pero me hizo mucha ilusión pensar que pueda haber todavía niños, o quizás no tan niños, esperando el día que toca el bibliobús para ir a devolver el libro que le prestaron, como un ciudadano responsable aunque jovencito, y a buscar entre esas estanterías algo que le toque el corazón para adentrarse en ese mundo.

Yo ya apenas leo, lo intento a veces, pero me he dejado atrapar por este mundo de la falta de atención. Lucho contra él, pero voy perdiendo la batalla, me cuesta. No doy por perdida la guerra así que esta noche retomaré el libro de Angel Martín a ver si lo remato. Y a ver si me atrapa algún otro después.

Larga vida al bibliobus.

PD: Si eres de Málaga y te interesa, puedes saber más sobre él y conocer su itinerario actual en esta página de Facebook.

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